sábado, 20 de febrero de 2010

El Circo


(este cuento no lo escribí yo, los demás si)

Esa porción mejor de la vida de un hombre, sus pequeños actos, anónimos, olvidados, de bondad y de amor. William Wordworth

Cuando yo era adolescente, en cierta oportunidad estaba con mi padre haciendo cola para comprar entradas para el circo. Al final, sólo quedaba una familia entre la ventanilla y nosotros. Esta familia me impresionó mucho. Eran ocho chicos, todos probablemente menores de doce años. Se veía que no tenían mucho dinero. La ropa que llevaban no era cara, pero estaban limpios. Los chicos eran bien educados, todos hacían bien la cola, de a dos detrás de los padres, tomados de la mano. Hablaban con exitación de los payasos, los elefantes y otros números que verían esa noche. Se notaba que nunca habían ido al circo. Prometía ser un hecho saliente en su vida.
El padre y la madre estaban al frente del grupo, de pie, orgullosos. La madre, de la mano de su marido, lo miraba como diciendo: "eres mi caballero de brillante armadura". Él sonreía, henchido de orgullo y mirándola como si respondiera: "tienes razón".
La empleada de la ventanilla preguntó al padre cuántas entradas quería. Él respondió con orgullo: "por favor, deme ocho entrada para menores y dos de adultos, para poder traer mi familia al circo".
La empleada le indicó el precio.
La mujer soltó la mano de su marido, ladeó la cabeza y el labio del hombre comenzó a torcerse. Éste se acercó un poco más y preguntó: "...cuánto dijo?"
La empleada volvió a mencionar el precio.
Cómo iba a darse la vuelta y decirle a sus ocho hijos que no tenía suficiente dinero para llevarlos al circo?
Viendo lo que pasaba, papá puso la mano en el bolsillo, sacó un billete de 20 dólares y lo tiró al suelo. (Nosotros no eramos ricos en absoluto!) Mi padre se agachó, recogió el billete, palmeó al hombre en el hombro y le dijo: "disculpe, señor, se le cayó esto del bolsillo".
El hombre se dio cuenta de lo que pasaba. No había pedido limosna, pero sin duda apreciaba la ayuda en una situación desesperada, angustiosa e incómoda. Miró a mi padre directamente a los ojos, con sus dos manos le tomó la suya, apretó el billete de veinte y con los labios trémulos y una lágrima rodándole por la mejilla, replicó: "Gracias, gracias, señor. Esto significa mucho para mi familia y para mí"
Papá y yo volvimos a nuestro auto y regresamos a casa. Esa noche no fuimos al circo, pero no nos fuimos sin nada.


Dan Clark

lunes, 1 de febrero de 2010

Extraño ser el del humano

Yo trato de arreglarte
Mientras..., nadie me ayuda a mi
Sólo espero que nunca te falte aquello que te mantiene en pie
Pues ese día, sufrir, será el inicio del resto
Y yo, herida, caminaré hasta encontar un corazón cálido que me arrope y me haga sentir más...